El año pasado en esta fecha hablé de un programa llamado «Vidas Ejemplares» en el que hacían una especie de biografías sobre personajes de la historia en época de Franco a través de RNE. Me hacía gracia que eran una especie de cuentos narrados para niños, pero como si fueran tontos. Además, las historias eran tan exageradamente adornadas que, con ojos de hoy al menos, quedaba raro y pienso yo que contraproducente para sus propios intereses.
Y me pregunté cómo sería ese capítulo de la vida de Franco. ¿¿Cómo tenía que ser aquello?? Pues resulta que un amigo del blog, Giovanni, me escribió para decirme que él sí había extraído de una emisión de Radio 5 un trozo de este programa. Es para flipar, porque, efectivamente, es tan exagerado que queda ridículo:
La gracia es que la historia de la trinchera me la habían contado cuando ya tuve una edad y me quedé con cara de: «demasiado épico para ser verdad». Y fijaos cómo habla Fernández de Córdoba de las «monjitas buenas». Es que es todo tan exagerado... Que si Franco estaba tan en la guerra que hasta se le olvidaba comer. ¡Fíjate tú, qué bendito! Es todo tan loco que lo que me transmite es una distancia loca entre los medios y la realidad de la calle, pero no como hoy (que es porque se vive en una burbuja) sino porque sabían que el común de los mortales no podían acceder a los medios.
Esto de las vidas ilustres... Por ejemplo, pongo aquí otra vida (sólo 3 minutos, también rescatado por Giovanni), en el que se ilustra la del Capitán Haya, del que yo jamás había escuchado hablar.
Es divertido, porque parece que sólo era español quien era de un bando, y que el otro bando debía de estar formado por extraños íberos sin patria o algo así. Y me hace gracia que hablasen tan alegremente de «los rojos». También me flipa que a día de hoy se hable tan a la ligera de rojos y fachas, que es que me parece todo loquísimo. Parece que es una herencia que no nos quitamos de encima. Tampoco me extraña, porque llevamos ya unos cuantos años en que no hacen otra cosa más que poner el tema de moda.

Ay, esa equidistancia, don Pacman. Esa deriva ideológica...
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