gracias por la información

Huele a grabación-vestigio.

Hace mucho tiempo, lo del cupón de la ONCE era todo un acontecimiento. Que si Carmen Sevilla, que si todos los juegos que se hacían antes y después de ella en el «Telecupón», que en las radios se cortaba la emisión para dar en directo el sorteo... 

Todo eso ha ido menguando muchísimo. De la misma manera, la radio nocturna en las musicales también la han ido dejando de la mano de Dios. Un erial. Es como si las radios hubieran preferido caer en picado cuando la gente vuelve a casa. Les da igual. Han dado esa franja por perdida, siendo que antes aún se esforzaban en dar cosicas... 

La cuestión es que, cuando había locutores por la noche, daban los números del cupón. Se ponía la cuña de entrada, se decían los números (en muchas veces con las segundas voces de los programas, porque había segundas voces también)... Luego, con el tiempo, la cosa pasó ya a un tercer plano. Se ponían los números en una grabación, y ya estaba. 

Pero es que el otro día, un amigo, Àlex, me escribió diciéndome que, volviendo a casa con Los 40, escuchó ya cómo la cosa había pasado ya a un cuarto plano incluso. O sea... Ni grabación, ni una lectura programada de números tipo Loquendo... Lo que escuchó lo tenemos en este radiochip súperinformativo: 

Que vale, que no es el cupón sino el Tríplex ese. Pero claro... a falta de locutor en directo... Ya no se curran ni grabaciones ni nada. ¡Métete en internet y lo consultas!

Es decir... Estamos delante de un vestigio radiofónico, como las muelas del juicio, los pezones de los tíos, el palmaris longus o el apéndice. El locutor graba algo como si tuviera que dar algún tipo de información del cupón, es decir, manteniendo la estructura tradicional, cuando, para decir que te metas en el puto internet y que mires los números, que no tiene más, podían hacerlo sin locutor y sin nada. Total...

Así que tenemos que decirles a los de la radio, a la ONCE y a quien corresponda que gracias por la información. Que si quiero saber un número, que me lo mire por internet. Pues ya lo sé, ya. Para eso no necesito la radio. Un verdadero vestigio radiofónico que tenemos delante de nuestras narices. Qué bonito, qué triste y qué inquietante.