jueves, 1 de abril de 2021

la Semana Santa de Dragó

No esperéis una entrada demasiado pía hoy... Porque no. Ya lo dice el título: «la Semana Santa de Dragó». La cosa va a ir más de sexo que de Semana Santa. 

En Onda Cero, en el programa de la Gemio (pero sin la Gemio) en 2016 comentó una anécdota muy curiosa que le pasó en plena Madrugá sevillana. Estuvo explicando qué pasó con una novia que tuvo en mitad de las procesiones. Ojito a la anécdota en este radiochip sin muda: 


En realidad, el tema de hoy es de cuando las anécdotas se cuentan por escrito o en la radio. ¿Cambian? Porque esta misma anécdota la contó en El Mundo en su columna en 2017. En serio. Leed: 

«El sexo y la religión suelen ir de la mano. Lo de estos días es cosa que viene de épocas muy anteriores a la supuesta Crucifixión y Resurrección del hombre que nunca existió. Yo así lo creo, pero no quiero líos. A ver si me pasa lo que a Alfonso Grosso cuando escribió El capirote. Casi lo linchan. Vaya, pues, por delante que las procesiones de la Semana Santa andaluza me parecen la más fantástica fusión de lo sacramental con lo cultural que mis ojos han contemplado. Infinito es mi respeto. Lo que voy contar es sólo un episodio divertido. Nadie se lo tome a mal. Sucedió hace tiempo. Había ido yo a Sevilla en estas mismas fechas acompañado por una novia tan guapa como las Vírgenes que los costaleros llevan a hombros. Salimos del hotel al ponerse el sol de uno de los tres jueves en el que más reluce con el propósito de fundir la noche de la Madrugá de procesión en procesión. Antes de lanzarnos a la bulla nos metimos un chute de marihuana. Abrirse paso era difícil. Toda Sevilla andaba en la calle. Por fin llegamos a las inmediaciones de la Basílica de la Macarena, que estaban a rebosar. La imagen salía ya por la puerta, apretujados nosotros tras varias filas de devotos, cuando mi chica sufrió un vahído -la marihuana, la emoción, el gentío, sabe Dios qué- y se vino a tierra con el revuelo que cabe imaginar. Los devotos la rodearon. Algunos me habían reconocido. "La novia de Dragó se ha desmayado", decían. Quien más quien menos daba su opinión. La de las viejecitas era unánime: "Hay que alzarle las piernas para que la sangre fluya". Dicho y hecho, pero cuando ya se erguían, enfundadas en una atrevida minifalda, las preciosas extremidades de aquel bombón, su propietaria, que tenía los ojos en blanco, dio un respingo, los entreabrió y susurró: "Recuerda que voy sin bragas". ¡Atiza! Yo mismo, en el hotel, le había pedido que se las quitara. Un capricho. Detuve a tiempo la operación. La muchacha recobró el oremus. Nos fuimos hacia el puente de Triana. Allí, junto al mostrador de un bar, volvió a desmayarse. ¡No iba a ser menos con la Trianera de lo que había sido con la Macarena! Lo haría luego tres veces más, allí mismo, con las rodillas juntas y entre los aplausos de la parroquia, que todo se lo tomaba a guasa. La Madrugá seguía. Para que luego digan que al que madruga lo ayuda Dios. Puede que Él sí, pero lo que es su madre. Fíate de ella y no corras, dice un refrán... Sobre todo si vas sin bragas, añado yo.»

Comparamos la anécdota de la radio y la escrita... Y sí, podemos decir que tiene la misma versión. Pero aquí añadió lo de que la viejecita dijo que había que abrir las piernas para que fluyera la sangre. En la radio se añadió una cosa muy curiosa: Que en los talleres de mujeres van sin bragas. Eso sí que me parece un dato que no me podía imaginar. 

Como veis, efectivamente, es una entrada de Semana Santa. 

1 comentario:

  1. Pues con lo que le gusta la minoría y la extranjera, lo raro es que fuera de aquí. Irse a Sevilla a provocar en semana santa es muy coherente. En eso de no llevar bragas lo lleva a rajatabla

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