¿o depende de quién?

Hace unos días, Aimar Bretos entrevistó a su imitador (porque sólo tiene uno de momento), Raúl Pérez. Estuvo muy bien la entrevista, la verdad, pero siempre que uno pasa por un programa en el que se habla de política (incluso en los programas que no también lo hacen) le terminan preguntando por cuestiones espinosas. En este caso espinosas de los monteros. Me explico: una de las preguntas que le hizo fue si no tenía imitación de Abascal. 

Raúl Pérez vino a decir que no, porque al final, eso de hacer la imitación era como humanizar a las personas. Y como no le gustan las ideas de Vox, que eso de imitarle era como ponerle entre una más de las caras del día a día, digamos.

No sé si es que respondió eso porque lo pensaba, porque era lo que pensaba él que tenía que contestar para quedar bien, o si eso en realidad tenía sentido o no. Al final, llegamos a la cuestión de siempre relacionada con los entrevistados en los programas: ¿entrevistar es justificar, o como se dice ahora, blanquear? Desde hace 6 ó 7 años hay una serie de palabras-fetiche que se utilizan o no dependiendo de la zona ideológica en la que se habite; blanquear es una de ellas. 

Siempre suelo contar que Herrera es muy de la opinión de que entrevistar a uno del ámbito de Bildu es como un sinónimo de estar a bien con ETA (ya, lo sé, no tan así, pero para que se me entienda, dicho pronto). Se formó una gorda en tiempos en Radio Euskadi cuando hace más de 10 años se entrevistó a Rufi Etxeberría.  Hace unos cuantos años, en «Hoy por Hoy», el propio Aimar Bretos entrevistó a Otegi, y, aunque ahora no nos acordemos, se habló muchísimo de esa entrevista, no tanto de lo que se dijo como del hecho mismo: en el hecho mismo de entrevistarle. 

Entonces hay dos opiniones (y voy a poner de ejemplo a Hitler, porque es el ejemplo que ponen siempre en estos casos los periodistas en plan máximo para hablar de este tema): los que dicen que jamás le hubieran entrevistado porque dicen que el simple hecho de entrevistar es dar alas a ese discurso, por muy crítico que se sea, y los que dicen que darían un dedo por poder haber tenido esa entrevista, porque sería algo así como un punto clave en su carrera: conseguir entrevistar a un objeto de noticia, un ser histórico y que cambiaría todo en el futuro. 

Actualmente creo que se lleva mucho la primera opción y también la segunda, pero con un matiz: mostrando desacuerdo cada 3 segundos para que la gente no se eche encima. Digamos que la entrevista a Hitler en 2021 tendría lugar con una entrevistador con el rictus facial de Ana Pastor cuando delante hay alguien que no le agrada, y que además estuviera diciéndole cada medio minuto lo en desacuerdo que está con él y casi sin dejarle hablar. Luego, ya sabemos cómo terminaría esa entrevista a Hitler: una parte de la prensa y casi todo Twitter aplaudiendo al entrevistador agresivo, que pasa a nivel de icono de esa parte, y luego mogollón de gente de parte de Hitler de manera silenciosa, porque fíjate tú, si es que no le han dejado ni responder a las preguntas. 

El radiochip de hoy es de cuando en 1999 Iñaki Gabilondo entrevisó a Otegi. No recuerdo si le echaron en cara entrevistarle, no recuerdo si le dijeron que con su entrevista contribuyó a blanquear algo, no recuerdo si le echaron en cara ser tan poco amigable con una persona que invita al programa... Es que no recuerdo qué repercusión tuvo esta entrevista. No la oí. Igual alguno se acuerda. Este radiochip lo recordaron en un programa de Radio Barcelona hace muchos años y que grabó Fernando Rodríguez Calvo. Así que va este radiochip de la entrevista maldita: 

Más que una entrevista, era una petición constante por parte de Iñaki de que se desmarcaran de ETA y que, de alguna manera, la rechazara. Pero, obviamente, los balones fuera. El resto de la entrevista, transcrita, está aquí. 

Luego, me pregunto muchas cosas: ¿Es más plausible entrevistar a Otegi que hacer una imitación de tal o de cual? Lo digo porque hasta la pregunta de Aimar no se me había ocurrido siquiera pensar en si le habían hecho o no alguna imitación. Una de las mejores imitaciones que he visto este año es la que le hizo una señora a la Monasterio, que la clavaba totalmente. ¿Imitar a la Monasterio implica, de alguna forma, hacer que su mensaje cale o estar a bien con su pensamiento? Esto es un dilema que supongo que tienen los entrevistadores, que quieran o no, se tienen que mojar en política desde el mismo momento en que imitar o dejar de imitar es también una opción política. Y más interesante aún: ¿Dónde se pone el límite de imitar o no imitar? ¿Dónde se pone el límite de entrevistar o no? ¿Y en dónde se pone para la asistencia a un debate político, sobre todo antes de las elecciones?

Y creo que actualmente no depende tanto de lo que opinen los imitadores, entrevistadores u organizadores de los debates. Creo que todo depende de la repercusión que esperen (o teman) de las redes en cada momento. Bueno, de eso... y de que los entrevistados quieran ir a según qué sitios. Que eso es otro tema, y creo que mucho más del día a día.