programas de... ¿humor?

Tenía la entrada de hoy escrita para mitad del verano. La fui dejando para más adelante, pero después de lo que ha pasado con las del podcast «Estirando el Chicle», viene más a cuento hablar de lo de hoy. Porque el podcast en cuestión... ¿Era de humor? En todo caso, era un programa político con tono humorístico, pero no de humor. Y a eso es a lo que voy. Comienza la entrada tal y como estaba escrita en julio:

Entiendo que un programa de humor es un programa en donde básicamente te van a hacer reír y cuyo objetivo es que pases un rato en el que, al menos, sonrías. Tú esperas que al frente esté gente con gracia (muchas veces humoristas) y que te hablen de quién sabe qué, porque precisamente la gracia suele estar en que nunca sabes por dónde va a salir la cosa. 

Todos sabemos que existen muchos tipos de humor: absurdo (el que más me gusta), negro, blanco, verde, satírico... Y esto lo hacen de mil maneras: contando chistes (cosa que no se lleva ya), haciendo monólogos, diálogos, improvisación, parodiando, haciendo imitaciones... Y todos sabemos que en el humor cabe todo: desde cosas que no implican nada a críticas al poder. Siempre se dice que el humor siempre tiene que ir en contra del poder y todo eso... Gran error. El humor puede ir en contra del poder, o no. El humor, sobre todo, tiene que hacer reír. Y ya. Se acabó. 

Humor, humoristas y especios de risas en la radio hay, ha habido y habrá. Pero con la entrada de hoy quiero incidir en una cosa que lleva años ocurriendo, y pongo a la SER como máximo exponente de esto: 

¿Por qué desde hace los programas de humor en realidad son programas de activismo político?

¿Por qué los humoristas no hacen humor con la política sino que hacen política con el humor?

Es que te pones a pensar... Quique Peinado, Burque, Henar... La tertulia de cómicos de la SER, el programa de Quequé, la tertulia de humoristas gráficos... Y me dejo cosas. Sobre todo en la SER, quitando excepciones, los humoristas que contratan parecen más contratados como activistas políticos o por su crítica política que por su capacidad para hacer reír. 

¿Qué ocurre? Pues que muchas veces los he escuchado y hay poco humor y mucha turra. Y cualquier oyente tradicional de «La Vida Moderna» (no exentos de mucha política) sabe que lo principal en esta vida es no dar la turra. Y sí, los programas que dicen ser de humor en la SER en realidad no son de humor: son de política. Es obvio que todo humorista tendrá su sesgo, como cualquier persona, pero hay mucha diferencia entre un programa de humor donde se toque la política y un programa de política que tiene al frente a unos humoristas, o personas que supuestamente tienen que hacerte reír. 

Me voy a referir, como icono de todo esto, al «Buenismo Bien». Entrevistaron a Rufián, Wyoming, Joaquín Reyes (al que en el título del programa añaden lo de chanante y socialdemócrata), Fernando Simón, Irene Montero, Adriana Lastra (presentada como «la antifa que queremos»), Alberto Garzón... El radiochip de hoy es de cuando fue Yolanda Díaz. Radiochip comprometido: 

Comprometidos con todo menos con la risa. 

Lo que me descuadra de todo esto es que engloben a este programa en la sección de humor, cuando en realidad debería ser un programa de entrevista y crítica política, si quieres, en un clima distendido. Pero de ahí a considerarse un programa de humor hay un trecho. Es como considerar a «El Intermedio» como icono de un programa de humor... No. El programa de Wyoming es un programa que va de política fundamentalmente, y otra cosa es que intenten hacer chistes, gracias o parodias. Pero fundamentalmente es un programa de política. 

Y me pregunto: ¿su presencia en la radio está justificada como humoristas o como comentaristas políticos en realidad? Si queréis entender a qué me refiero, os recomiendo escuchar casi media hora de Cansado en el programa de Sardà. Sí, se puede hacer humor. Sí, es posible no estar hablando de la Ayuso todo el rato. Estoy de la Ayuso hasta las narices, ya os lo digo: pero más de que estén hablando de ella a todas horas que de esta señora, que soy aragonés y lo que haga o deje de hacer me afecta poco.