Y sí, más o menos os imaginaréis por dónde va esta entrada del blog... Seguramente en tu cabeza has terminado la frase con «fue mejor», pero al cambiar la coletilla, es fácil intuir de qué va el tema de hoy.
Todo viene porque estuve
viendo en Youtube una mesa debate que tuvo lugar hace unos días en la Universidad de Málaga. Los invitados eran Quintero, Dragó y Alsina. El tema de aquella mesa era... Bueno... ¿Qué más da? Yo creo que a esa mesa la podrían haber titulado «Quintero busca curro». Subtítulo: «Tras hora y media viendo eso, adivine usted por qué no lo encuentra».
La cuestión es que el debate discurría muy «entretenidamente» (Dragó y Quintero contando anécdotas cebolletiles que podrían haber tenido lugar mejor en un bar de viejos que en un ámbito universitario) hasta que Alsina le vino a decir a Quintero (y Dragó) que vivían adulando un pasado que habían idealizado en su memoria. ¡Bum! Además, la pareja de jóvenes glorias habló de que los medios actuales estaban comprados por tal, tal, tal... Lo de siempre.
No como antes, que los medios eran libres y nadie les controlaba.
[Silencio valorativo en homenaje a Quintero. El hombre sitúa sin rubor a
«Ama Rosa» en los años 30 pensando que nadie se va a dar cuenta de nada, porque la plebe es toda tonta.]
Total, que es cierto que todos pecamos un poco del «cualquier tiempo pasado...» Todos en mayor o menor medida. Eso es completamente cierto. Yo creo que eso empieza a ocurrirnos desde que cumplimos los 15 años o por ahí. «Los dibujos de antes sí que molaban» dijo en alto la hermana de una amiga hace unos años, cuando ella contaba unos longevos 17.
Es curioso, porque el otro día, cuando otro joven
(Manolo H. H.) era entrevistado en plan cebolletil con otro escritor (César Vidal), se referían a la radio del pasado en plan superguay, y como si ahora todo fuera un rollo, una especia de sombra del pasado, y que si no habría programas de humor, ni radioteatros, bla, bla, bla...
Sabéis perfectamente que por el blog tienden a pasar más las cosas «malas» de la radio —lo que viene siendo la crítica— que los halagos, que por lo general dan bastante cosica y no les suelen interesar a nadie, además.
Sabéis perfectamente que hay fenómenos en la radio que se dieron durante unos años que creemos que no se han vuelto a repetir ni se volverán quizá a repetir. Quizá la radio jamás dé una nueva Encarna Sánchez, nunca tengamos a un Sardá con un alter ego, quizá nunca volvamos a escuchar carruseles como los que tenían lugar con todos los partidos a la misma hora todos los domingos, quizá no volvamos a vivir un fénomeno radifónico como el primer «Hablar por Hablar» de Gemma, que logró concertar a más del 65% de la audiencia nocturna de la convencional en un solo espacio, o quizá mis oídos jamás volverán a escuchar un despertador como el «No Somos Nadie» o «Gomaespuma».
Lo acepto.
Pero es que no me pueden vender que a la radio le hacen falta entrevistas, ni me pueden vender que la tertulia es un género moribundo (en todo caso, que me expliquen qué tipo de tertulia), ni me pueden decir que faltan programas de humor (como decía H. H.), ni me pueden decir que los científicos no pasan por las radios, ni me pueden decir que no se haga buen entretenimiento, ni que no haya radioteatros como antes, ni que la publicidad en la radio antigua sea mejor necesariamente que la actual.
Otra cosa es que los oyentes queramos una cosa u otra. Cuando una cosa tiene éxito, todas se intentan sumar al carro. El problema de los programadores no es el desconocimiento, sino el miedo. El problema de estos profesionales viejunos y rancietes no es el miedo, sino el desconocimiento.
Así que cuando me digan que faltan programas de humor... Yo pienso en
«La Vida Moderna» o el «Nadie Sabe Nada». O en los Especialistas Secundarios, «El Mundo Today», los del Grupo Risa, el Monaguillo... Hay mucho más humor en la radio del que tenemos tiempo de consumir. Cuando hablan de que falta teatro, yo pienso en
«Negra y Criminal» (quizá uno de los mejores productos teatrales que se ha emitido en la historia de la radio, y se emite hoy día, aunque no tenga la audiencia que a muchos nos gustaría), los especiales que en fechas señaladas emiten la SER u Onda Cero, las dramatizaciones que emitían en «Milenio 3», la
«Ficción Sonora» de RNE...
Cuando hablan de tertulias, me pregunto qué tipo de tertulias están «acabadas». ¿
«La Cultureta»? ¿Los gabinetes sentimentales, por ejemplo, cuando Adriansens y algún otro se andan por las ramas hablando de cosas siempre sorprendentes? Cuando hablan de que no hay reportajes buenos en la radio... ¿Hablan de los especiales de verano en la SER? ¿Quizá se refieran a los cortos de
Severino Donate o a los de
«Documentos RNE»? En la radio no se habla de ciencia... Ni Alberto Aparici en Onda Cero ni «A Hombros de Gigantes» en RNE, ni existió nunca
«Partiendo de Cero» de Paco de León, ni Julia entrevista a científicos, ni Alsina, ni nadie cuando toca. Hasta en el Ciudadano siempre ha habido espacio para las
mates del profe Letona.
Tampoco pasa por la radio la historia. Pero espera, que el ramillete de programas de historia que han pasado por el blog es bien grande. El
«SER Historia»,
«En Guàrdia», los
pasajes de la historia, Hay programas de toros, sexo, música (de la especializada y de la que no), hay programas de videojuegos, magazines... Contenedores gigantes de absolutamente todo...
Ciertamente, en el blog todos criticamos a muchos programas, a muchos radiofonistas... ¡Sólo faltaba! Y claro que muchas veces caemos en eso de volver la vista atrás con demasiada añoranza. Pero es que cuando estemos en 2020 seguro que diremos que tal programa de 2012 sí que era la polla con cebolla. Ya ha llegado el día en que miramos a la historia de los Ondas preguntándonos por qué no tuvo uno Juan Antonio Cebrián, o por qué Iker Jiménez no ha tenido los premios que se merece aunque sólo sea por haber hecho que tanta gente se concentrase al otro lado de la radio.
Para algunos de mi generación, por ejemplo, es histórico un programa de Onda Cero que se llamó
«¡Ya Te Digo!» y del que he hablado muchas veces en el blog. Aquel programa «arusino» a muchos nos marcó. Quizá en el año 2000 un Quintero cualquiera ya decía que no había programas de humor en la radio a la vez que a medianoche muchísimos chavales nos poníamos como un clavo aquel programa para escuchar chorreces máximas.
En el siguiente radiochip karino escucharemos una mezcla de sonidos, frases, músicas y demás de aquel programa. Seguramente muchos dirán: «¡Pero si no entiendo nada!» Ya. Y qué. Preguntadle a Toni de las Heras.
Aquella tele y aquella radio adoradas por Quintero y Dragó carecían de una cosa muy importante: Tanta competencia.
Venga... aceptemos que ahora hacer éxitos es mucho más difícil que antes. Es una cuestión meramente matemática. Muchísimo más difícil. Ahora se compite con mucha más oferta y con muchas más opciones. Antes si echaban el programa de Quintero en la radio... Pues mira, era eso, o poco más. Es que no había casi ni más aparatos ni más cadenas. Ahora puedes elegir entre ponerte un podcast, ponerte la tele —que no es raro tener tele en la habitación—, ponerse una serie en el ordenador, o Youtube, o vete tú a saber. ¿Quintero hubiera triunfado en la radio actual? Pues igual no. No es cuestión de decir que seguro que no... Pero quién sabe.
Todo el mundo habla de «El Loco de la Colina», en la SER. Pero nadie habla del mismo programa, cuando se reeditó en la competencia bajo el nombre de
«El Lobo Estepario». Quizá fue culpa del gobierno —ah, no, que quizá eso fue en una época dorada donde los políticos no metían las narices en los medios de comunicación—... de vaya usted a saber.
Era más fácil también ser estrella como Del Olmo cuando la tele matinal en España era inexistente o casi nula, o cuando la tele nocturna en los tiempos de Quintero era el «despedida y cierre», en todo caso.
Sobre todo la radio de antes tenía un problema para ser mejor: la falta de competencia. Quizá la de hoy tenga un problema para que las cosas buenas cuajen: la excesiva competencia. Entretanto, algunos colaboraremos en contar las cosas que nos gustan y aquéllas que más nos disgustan. Es lo guay. Somos la ¿aborregada plebe? la que decimos qué nos gusta y qué no. Nuestro reto es buscar y escudriñar entre los recovecos de la radio para encontrar todo eso que un día sí pasará a la historia. Al menos, a nuestra historia, que es la verdaderamente importante.
Ojalá Quintero o Dragó un día se pusieran la radio para ver qué echan. Igual hasta encuentran programas que les gustan sin necesidad de que sean suyos.