Este fin de semana se ha hablado mucho de eso que se ha llamado (otra vez) #MeToo español. En realidad, me parece realmente curioso que en un ámbito tan reivindicativo, tan concienciador de la sociedad y que se presenta como tan modélico para todos resulte siempre que se termine siempre, siempre, siempre, hablando de abusos sexuales y temas del estilo.
Ya pasó
el año pasado en la fiesta de los Feroz y pasa este año también cuando denuncian este tipo de cosas. Nunca he entendido muy bien cómo es posible que los del cine y las series suelan no sólo creerse parte de la cultura sino creerse la cultura de un país en sí misma, pero menos entiendo que erigiéndose en faro moral de la sociedad desde hace años tengan siempre tanta queja sobre sueldos (que si mal pagados, cuando hay tantísima diferencia de sueldos entre compañeros), quejas sobre excesos de horas de trabajo, quejas sobre abusos sexuales... Y luego, los que estamos fuera, muchas veces hacemos gracietas entre amigos como si todos estuvieran con todos y fueran todos drogadictos. Sí, amigos... lejos de parecer gente cultural, a día de hoy la gente hacemos broma sobre usos y abusos. Obviamente, es mentira, porque la mayoría tiene que ser gente normalísima... pero esto es lo que se muestra siempre.
Se pasan el tiempo en televisión y radio diciendo que si cómo puede ser que Rafa Nadal no sea el 100 % de su tiempo un ejemplo de moralidad (ya que sabemos lo que Nadal representa o no representa para mucha parte de la población) y se empeñan en explicar que un tío que juega al tenis no tiene absolutamente autoridad moral para ser ejemplo de nada: juega a tenis y ya está. ¡Vale, lo acepto! Entonces... ¿Por qué no se hace el mismo discurso con los actores o los directores de cine? Porque actuar delante de la cámara no sé si eso te hace moralmente superior o más culto que cualquier oficinista de la IberCaja. Pero yo qué sé.
Cualquier persona que hace una obra que consumimos nos interesa. Imaginad un escritor que vende muchísimo: a la gente le encanta saber quién escribe. Si la obra es buena, además es muy probable que además sea una persona especialmente culta o brillante. Bueno... el que escribe, el que idea... el encuadernador o el que te lo vende, o el que diseñó el tipo de letra también lleva lo suyo, pero... a ver... importante es el escritor. Y luego, todo aquel que se dedica a lo mismo, todo escritor, parece que ya es una persona culta y brillante que hace cultura elevada, aunque sea malísimo. Ya merece entrevista.
Es curioso ahora escuchar este primer radiochip: en la SER, en el programa de cine, entrevistaban a Carlos Vermut y Nacho Sánchez a raíz de «Mantícora». Obviamente, entrevistarle durante media hora (exagero) estaba fuera de debate: es una persona que es [sic] cultura y, por tanto, interesante. No se le pregunta sólo por la última obra sino por sus pensamientos, qué cree que es el amor... Cosas que trascienden la obra, claro. Escuchad este radiochip mantícoro (de 2022):
Hablaba de canalizar las pesadillas en la cultura, de reconducir las pesadillas para no traducir ciertas cosas a la vida real... ese tipo de cosas. Denunciaba la competición por la virtud porque la gente es imperfecta. Descripción del programa: «El cine de Carlos Vermut acompaña al personaje por un espectro psicológico lleno de oscuridad, monstruos y placer. Desde su debut con Diamond Flash, película de culto que pagó él mismo y que apenas costó 20.000 euros, se hizo un hueco en el cine español ganando con su segunda película, Magical Girl, la Concha de Oro en San Sebastián. Autor joven y respetado, con propuestas arriesgadas, con influencias muy marcadas, pero con un estilo propio. Tras Quién te cantará presenta Mantícora, una película compleja de esas que deja poso y genera debate. Mantícora es una historia de un monstruo que no quiere serlo. Nacho Sánchez interpreta a un creador de videojuegos que se refugia en el mundo virtual para no aceptar su propia identidad y sus deseos. Mantícora es también una historia de amor retorcida donde aparecen elementos del universo creativo de Vermut».
Y claro, ahora en 2024, la cosa cambiaba: en el programa de Julia Otero, en el espacio de David Martos (ya sabéis, «Kinótico»), se trataba el tema de hoy: hablaron con Coria Castillo, que decía que eso de esos comportamientos estaban demasiado normalizados. Lo podéis escuchar en este otro radiochip mantícoro:
Hablaban de que el gran asunto del día iba a ser precisamente ese. Pero claro, al final, lo que queda es que gana la serie de los Javis y el tema este. Eso sería el resumen. Hablaban Julia de la entrevista que le dio Vermut en El País, porque había unas respuestas en las que quedaba bastante mal. Y de nuevo, el tema de las denuncias, consentimientos, agresiones, protocolos...
Así que, como siempre, se termina hablando del mismo tema. Entonces, por un lado me pregunto por qué se presupone autoridad moral a gente que no sabemos qué hace en su vida... Sí, lo mismo que he escuchado sobre Rafa Nadal, pero con otras profesiones. Aplíquese en todos los sentidos, colectivos e ideologías. Si no, es trampa. Eso sí... visto lo visto, el gremio del faranduleo, puestos a elegir, nunca lo pondría como faro moral de mucha cosa. Seguiremos haciendo chistes en privado sobre vidas disolutas. Todo el día haciendo de jueces morales del siglo XXI... y luego el resto seguiremos siendo unos punkis que pensaremos lo que nos dé la gana. ¡Que ya sé que no todos son lo peor! ¡Que ya! Pero eso mismo... Que todos en bloque sean faro moral de algo... pues no lo compro para nada.
En resumen: entrevistar en la radio a cineastas para hablar de sus películas es algo molón, curioso y entretenido. Entrevistar en la radio a cineastas para que me expliquen que su superioridad moralidad o sus ideas políticas acertadísimas por el hecho de dedicarse al espectáculo son superiores que la de cualquiera que está ahora tomándose un café en un bar... eso ya me parece curioso. Sobre todo, si empleamos dos varas de medir dependiendo del tipo de personaje del que hablemos.
Así que los de la radio tienen que tomar partido: ¿entrevistar sobre cosas que no son su objeto de trabajo a los famosos, deportistas y demás... eso está bien o mal? ¿Nos vale para todos o para ninguno?