Creo que el «Hoy por Hoy» de este verano, con Aimar Bretos y luego Javier Ruiz, es el que más he escuchado en veranos y veranos; ya sea porque de siempre me han gustado, ya sea porque es la SER, ya sea porque los del gobierno son del PSOE y se pasan el día en la SER para que colar el mensaje que sea y ahí está siempre la noticia... Ya sea porque
Javier Ruiz ha hecho algo distinto que creo que quizá casa más con los horarios políticos actuales que ha impuesto la televisión. Por lo que sea.
Estuve a punto de hacer otra entrada en el blog sobre el tramo de Javier Ruiz este verano cuando llevó a Pedro J. Ramírez. Porque era la primera vez que iba en años, porque era casi una manera de jugar a la confrontación, porque era un momento histórico... Por muchos motivos. Pero el motivo más importante era que los tuiteros se le echaron encima. Que si dejaban de oír la SER para siempre, que si juraban odio eterno... Mil cosas locas. Muy locas.
Lo gracioso es que en mi mente de lo que quería hablar esos días, hasta ese día, era de los «jefes de redacción» del programa. Esa figura inventada que consiste en que lleva a un invitado muy conocido para opinar de lo que tocase ese día. A lo de conocido añado significado políticamente. Incluso añado más: de izquierda radical en muchas ocasiones. Sí, hay excepciones, pero... En general, siempre llevaba a alguien que todos tienen por cercano al Podemos, normalmente. Juzgar por vosotros mismos:
Bueno... si cada invitado depositara un voto en una urna, no es que gobernara el PSOE con Podemos, es que ganaba Podemos solito por mayoría absoluta. O casi. Es decir, si sumamos a la elección de los temas los enfoques de los temas, si además añadimos los acompañantes opinadores que ha tenido todo el verano, y no cuenta Pedro J. porque en realidad lo llevó para ponerse en frente... Yo diría que, efectivamente, de pluralidad la cosa iba floja. Y sí, de vez en cuando ha llevado a alguien no tan locamente alineado, pero bueno... Ya veis. Aplastante mayoría.
A ver... La Talegón, Anabel Alonso, Facu, Crudo, Cano, Maestre, la Fallarás, Marta Nebot... Que ya no es gente que digas que vota a tal, sino gente que está tan significada que cuesta pensar que vayan a decir nada fuera de lo que se espera uno. O sea, que antes de decir nada ya te imaginas el discurso. Y un discurso muy escorado.
Así que claro, es normal que a Javier Ruiz le dijeran que hacía un programa podemita. A ver... Es que es casi una obviedad. De hecho, la entrevista gorda el jueves, en vez de tenerla Aimar Bretos la tenía Javier Ruiz: el plato fuerte era Pablo Iglesias. Y Javier Ruiz hizo lo que tenía que hacer: apretarle las tuercas para sacarle información, exponerle qué dicen de él, sus contradicciones... Lo típico. Lo que viene siendo hacer una entrevista para sacar cosicas.
Pero, como siempre, Javier Ruiz (y el que tocase en su caso) se encontró con el linchamiento de Twitter. Como el día que llevó a Pedro J. Qué vergüenza, las cloacas del Estado, que si árbitro comprado... Un montón de cosas. Lo dije el otro día en la entrada sobre UTBH: Muchas veces lo más ultras no son ni los políticos ni los periodistas:
somos los oyentes. Y eso no puede ser. Todos somos muy rápidos criticando a periodistas, su tendencia, bla, bla, bla... Pero pocas veces nos ponemos a criticar a los propios oyentes. Es que a veces los oyentes son los que piden caña. Sí,
muchos periodistas colaboran en agitar a las masas, pero los oyentes no estamos libres de mácula.
Así que el jueves Javier Ruiz pasó de ser un podemita irredento a ser, para mucha gente, una pieza más en el engranaje del estado opresor y de lo más blandito y obediente a los poderes ocultos que hay en el periodismo. Y si me apuras, un pepero sucio capitalista y marioneta del poder en la sombra. ¡Magia! Y el radiochip de hoy es lo que dijo al final del programa del jueves; radiochip antitwitter:
Decía que la gente se pusiera de acuerdo... Que o era podemita o no. Que si le hacía entrevista incómoda a Pablo Iglesias, que si eso es periodismo, etc. Y esta cuestión evidencia varias cosas:
1.- Que por mucho que se diga, la gente tiende a pensar, pase lo que pase, que si un periodista es simpatizante (o ultra, o lo que sea) de un partido, tiene que hacer todo lo posible en su trabajo para favorecer los intereses de esa causa partidista. Por encima de los intereses de quien sea, incluso si esto implica hacer mal su trabajo.
2.- Que por mucho que haga preguntas incómodas, efectivamente, Javier Ruiz ha hecho un programa de color morado. Y que, por supuesto, hacer preguntas incómodas era su trabajo. [Y sí, se confundió en una cosa, pero una equivocación no implica mala fe.] Y eso no le quita un ápice de color morado al programa. Diré incluso más: No tengo siquiera claro que Ruiz haga un programa podemita por ser podemita. Pienso que quizá lo hace porque es lo que cree que le pide la audiencia de la SER.
Por eso, que por hacer esta entrevista le llamen de todo y que es un topo del gobierno para destrozar a Pablo Iglesias no me parece más que pataleos de ultras, fans, gruppies y demás apelativos que podamos poner no a los periodistas (que muchos también)... sino sobre todo a los oyentes.
3.- Jugar a llevar a opinadores tan escorados hace que la gente olvide otras opiniones en el día a día. En caso de llevar a Pedro J. lo hace para combatirle, porque todos sabemos qué piensa cada uno. Lo interesante sería llevar a gente no alineada o que fuera de centro o derecha sin que la gente los tuviera clasificados como tal, es decir, no famosos. Pero eso lleva un peligro: que digan cosas con sentido y la gente se haga un lío con qué pensar.
Porque muchos oyentes parece que quieren escuchar la radio para que les digan qué opinar. Sí, seamos sinceros. Mucho nos quejamos de que hay locutores que intentan meternos ideas en la cabeza, pero poco hablamos de los oyentes que son vagos para pensar, hacen huelga de actividad mental y razonamiento y esperan que les digan en la radio qué es lo que tienen que pensar. Y ¡hala! me pongo a Javier Ruiz, o ¡hala! me pongo a Federico, o ¡hala! me pongo a la Terribas. Que me digan qué tengo que opinar para no tener que pensar.
En realidad, reflexionando un poco, lo que crispa en la radio y en la política, o en la sociedad en general, no es la división entre izquierda y derecha, los de un partido y otro, los de aquí o los de allá: Es colar siempre un discurso en que la gente está dividida entre los buenos y los malos.
No quiero que la SER sea una COPE (de la tradicional, de la antigua) pero al revés. Quiero que la SER sea del partido que quiera (del PSOE, de Podemos, o del que quiera ser, que eso es cosa de empresa), pero lo que sí que quiero es que en sus tertulias y programas no sea eso un rincón de un único opinador de cabecera y que además sea el más inequívocamente el más alineado del lugar. Que se reparta juego aunque sea por postureo. Juega a complacer a los ultras y te sacarán los ojos.
A veces no hay que dar a la audiencia lo que pide. Pero es tan, tan, tan complicado...
Actualización: Vuelve Javier Ruiz a «Hora 25 de los Negocios».