Continúo... Una vez que se fueron los invitados y les pagaron para el taxi (y pipas), tocaba que comenzara la tertulia. Como Àngels estaba muy liada y el programa no para, sólo le dio tiempo de despedirse de los invitados y poco más. Yo creo que nos miraba alguna vez que otra en plan "¿y estos quiénes son?" Supongo que lo sabría, porque Àngels se comunicaba con la señora esta estresada por una especie de Messgenger (digamos mensajero) interno, y estaban tecleando. Alrededor de la mesa Carmen Vela, el director del periódico económico alemán, el embajador de España en la RFA en aquel momento... A lo que nos dicen: "podéis, si queréis, poneros los cacos". Total, que nos vemos ahí sentados a la mesa, con el micro de la SER delante, y enfrente de mí, Àngels, a 2 metros de distancia, que era lo que más o menos medía la mesa de diámetro.
Por cierto, la foto la hice en el "Checkpoint Charlie" de Berlín días después y le he colocado un logo de la SER en plan artístico. Mola ¿eh? Vuelvo al tema...
Por cierto, la foto la hice en el "Checkpoint Charlie" de Berlín días después y le he colocado un logo de la SER en plan artístico. Mola ¿eh? Vuelvo al tema...
Comienzó la tertulia, y todos venga a hablar. Hay una cosa que no se percibe por la radio y que es genial vivir en directo: ver las caras que ponen los contertulios presentes a lo que se comentaba desde España. Caras de desacuerdo, de "sí, efectivamente", y caras de "pero este tío qué dice". Incluso alguna cara de "por dios, Mendo, cómo te enrollas siempre". Porque Carlos Mendo estaba en aquella tertulia desde Madrid. Bueno, lo mejor es que escuches la tertulia... radiochip tertuliano berlinés. Ah, si afinas el oído, oirás las teclitas de fondo del Messenger por el que se daban indicaciones.
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Bueno, es que tendríais que ver cómo es la tertulia. Fue interesantísima y genial. Es impresionante ver cómo en los bloques publicitarios empiezan a discutir sobre los cortes que quedan, que cuánto duran... Le recuerdan a Àngels que tiene que hacer tantas menciones del hotel. Llevaba tres, le dicen que dos, Àngels, segura, nos mira a nosotros, todo pardillos, y se nos pone: "los chicos que han venido seguro que saben cuántas he dicho". Nosotros: "tres, tres, seguro", ¡superflipados! Me hizo gracia escuchar que el técnico de Madrid era Marcos Granados, el que era técnico de Gomaespuma en tiempos.
Lo más increíble es que las anécdotas del exembajador presente en la mesa las comentaba mirándome a mí... ¡estaba contándome a mí sus anécdotas! A lo que yo, claro, asentía con la cabeza... Mola porque a micrófono cerrado el hombre seguía contando sus anécdotas ante mí aunque nadie le escuchara en la mesa. Al rato llegaron Marçal (a buenas horas, ¿así que a las 20.30h, eh? -pensamos-) y una chica que se sienta al ladico de mí. Muy simpática me dice: "hola, ¿qué tal? Me llamo Lourdes". En bajo, cuchicheando en medio de la tertulia, me pongo: "¿Lourdes Lancho? ¡Yo te escuchaba con Julia!" No sé si me hizo más ilusión a mí conocerla o más a ella que la recordaran del programa de Julia. Obviamente, lo primero, pero después, hablando con ella, se le veía orgullosa de haber pertenecido a "La Radio de Julia". Porque además estuvimos hablando un poquitín de aquel programa y de la agostidad.
Terminó el programa y lo primero que hizo Àngels es comentar el programa, toda excitada, con el resto del equipo y con los contertulios. Si a alguien le queda duda de si le gusta hacer radio, yo contestaría que a mí ninguna duda. Lo que sí diré que después le dije a Àngels que si le podía hacer un par de preguntas y tengo que decir que me pareció majísima, simpatiquísima y que terminé encantadísimo de haber asistido a aquel histórico programa. Lo que hablé con ella... pues parte de esa información será un radiochip futuro, además creo que bastante molón.
Eran las 00.40 h de la noche; en Berlín, en aquella zona pija no quedaba un alma. El equipo del "Hora 25" se iba a cenar; y nosotros, cada mochuelo a su olivo, camino a nuestras casas. Bajo la noche negrísima sin casi luz de farolas, (me pongo un poco Alcalá, es verdad) saqué mi mapa de cómo regresar a la estación de tren, porque sólo quedaba el que salía a la una. Mientras pensaba en seguir bien el mapa para no pasar la noche al raso, me fijé en lo nervioso que me había puesto por haber pasado una noche que quizá para algunos no sería nada del otro mundo, pero que para mí fue increíble.
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